Nosotros, quienes tenemos una relación cercana con la lengua porque la aprendemos o la enseñamos debemos conocer la civilización y la cultura de los países en los que esta se habla. Al abrir la ventana y asomarnos al interior descubrimos un mundo fascinante en el cual podremos descubrir mundos nuevos y distintos al nuestro. Descubriremos historias cercanas o lejanas a las nuestras, podremos alimentarnos con lo que se nos ofrece, como en el mejor de los banquetes y, además, nos podríamos divertir con los descubrimientos.
Si la civilización y la cultura forman el esqueleto que sostiene un país, la lengua en su manifestación cultural y popular es la sangre, es el sistema de irrigación que llevará a todos los rincones eso que podríamos llamar existencia. Además, como todo lazo sanguíneo dará y perpetuará la vida, se transmitirá de generación en generación y así, se regará por el mundo.
De tal suerte que en la expresión “contre mauvaise fortune, bon coeur” y su equivalente en español “al mal tiempo buena cara” nos podemos reconocer como semejantes ante la adversidad y el mejor medio de poder hacerle frente. Aconsejar a alguien de “faire gaffe” (tener cuidado) nos puede incitar a buscar y encontrar desde el siglo XIV qué es una gaffe, para qué sirve, cómo unos buscan cuidarse, ayudarse y unidos resolver los altos y bajos del vivir.
Para nosotros, para quienes la lengua es la materia prima en nuestro quehacer, sería no sólo indispensable pero además divertido y rico incitar a nuestros alumnos a adentrarse en los recovecos de la lengua y en la cultura popular para, por un lado, hacerla nuestra y así también poder entender al otro … y quizá intentar entendernos a nosotros mismos.
Roberto ORTIZ BARRAZA
(Lic. en Sociología y Profesor de francés)
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